Para diseñar un programa de fuerza y acondicionamiento adecuado, es necesaria una buena planificación de los músculos que trabajan durante el movimiento.

La mayoría de los atletas entrenan en especifidad el deporte que practican. La preparación física general es la menos desarrollada y el aspecto abandonado del entrenamiento deportivo, especialmente en los deportistas de élite. Sin embargo, no es posible obtener el máximo rendimiento en cualquier disciplina deportiva sin una preparación física general adecuada.

Por ello, las descompensaciones musculares son bastante frecuentes en los atletas. El desequilibrio entre el desarrollo de los músculos agonistas y antagonistas aumenta el número de lesiones. 

La fuerza muscular es proporcional al área de sección transversal del músculo que depende del número de elementos contráctiles. Un músculo se atrofia, cuando no apenas realiza algo más que una tensión mínima. A la inversa, se hipertrofia cuando de forma frecuente se le requiere para realizar grandes tensiones, siempre y cuando la demanda de tensión se encuentre dentro del límite fisiológico de su respuesta adaptativa.

La atrofia muscular disminuye la cantidad de tejido conectivo, la fuerza y reduce la estabilidad articular controlada por el músculo.

Por el contrario, la hipertrofia muscular refuerza los tendones y ligamentos, aumenta la fuerza y mejora la estabilidad de las articulaciones.

Además, hay que tener en cuenta que diferencias sutiles en la estructura física de un individuo y la forma de realizar las actividades tienen un gran efecto sobre la participación de diferentes músculos. Por ejemplo, cuando una persona que mide menos de 1,50 m se encuentra sentada en una silla estándar, las demandas ejercidas sobre su cadera y músculos extensores de rodilla no son las mismas que las de una persona de 1,85 m o las de alguien que tiene tibias largas, lo que provoca que las rodillas se encuentren más altas que la cadera cuando están sentados.

Un factor que debe corregirse y que debilita el músculo es el uso habitual de cualquier posición o postura que mantenga el músculo en una posición de alargamiento, especialmente cuando el estiramiento se produce durante períodos de descanso prolongado. Las posturas durante el sueño pueden colocar los músculos de la cadera y del hombro en posición de estiramiento. Por ejemplo, cuando una persona duerme sobre un lado con el hombro inferior hacia adelante provocando que se abduzca y bascule hacia delante. Esta posición prolongada estira la porción inferior del músculo trapecio y posiblemente los músculos romboides. En la posición lateral, el hombro contralateral puede sufrir un estiramiento problemático cuando el brazo es pesado y el tórax grande, provocando que el brazo tire de la escápula en abducción hacia delante. Esta posición durante el sueño puede producir también que la cabeza humeral se desplace anteriormente dentro de la cavidad glenoidea.

Muchas variaciones posturales se asocian a un aumento o disminución de la longitud muscular. El porcentaje de alargamiento o acortamiento determina el comportamiento articular en los movimientos funcionales. Por ejemplo, la mayor parte de las personas no necesitan la máxima amplitud de recorrido de los músculos isquiotibiales para la actividad diaria o deportiva, por tanto, un déficit de 10 grados en la amplitud de recorrido de los músculos isquiotibiales es relativamente irrelevante.

Por el contrario, un acortamiento de 10 grados en el músculo psoasilíaco puede tener importantes consecuencias. Diez grados de acortamiento del músculo psoasilíaco evita la extensión de cadera más allá de la posición neutra. Dado que la extensión de cadera es un componente imprescindible de la marcha normal, tal limitación contribuye a un síndrome de dolor músculo-esquelético.