¿Por qué nos movemos?

Los seres vivos realizamos movimientos en respuesta a diferentes estímulos que recibimos del exterior. Para movernos, usamos los huesos, los músculos y las articulaciones.

Los huesos dan soporte al cuerpo y ayudan a darle forma. Las articulaciones son el punto de unión de dos o más huesos y permiten que el esqueleto sea flexible. Sin ellas, el movimiento sería imposible. Los músculos se unen a los huesos y al contraerse tiran de las articulaciones permitiendo los movimientos corporales. Pero el que controla el movimiento es el sistema nervioso. Para ello, capta los diferentes estímulos externos o internos, procesa la información y ordena la contracción muscular según la situación. La única función que el sistema nervioso puede enviar a un músculo es que se contraiga.

¿Qué es la movilidad articular?

La movilidad articular es la capacidad para mover una articulación en una determinada dirección a través de su rango de movimiento (ROM). Por lo tanto, dependerá de la estructura ósea/genética de cada persona y de la capacidad de contracción muscular. Como la estructura corporal no se puede modificar, el entrenamiento de la movilidad se centrará en el trabajo de fuerza de los músculos que movilizan una determinada articulación.

¿Por qué no estirar?

Durante décadas se ha asociado la mejora de la movilidad articular al entrenamiento de la flexibilidad mediante ejercicios de estiramientos pasivos donde el objetivo es estirar el músculo mediante una fuerza externa sin ningún control activo por parte del sistema nervioso.

Sin embargo, como hemos mencionado con anterioridad, la única función que puede hacer un músculo es contraerse cuando recibe la orden enviada desde el sistema nervioso. Por lo tanto, el músculo no sabe estirarse.

Además, también sabemos que los músculos son viscoelásticos, es decir, vuelven a su posición original después de ser estirados.

Entendiendo estas dos bases fisiológicas, no tiene sentido alargar el músculo estirándolo de forma pasiva. El objetivo es entrenarlo en todo su rango contráctil. Cuando un músculo es capaz de contraerse en el límite de su máximo rango de movimiento (donde la contracción muscular es más difícil) permite que el músculo que se encuentra en el otro lado del eje se estire de forma completa.

Por ello, la mejora de la capacidad de contracción o acortamiento de cada una de las diferentes fibras musculares está muy relacionada con la mejora del rango articular. Por ejemplo, tensión en el músculo pectoral podría ser debido a falta de capacidad de contracción en los músculos deltoides posteriores, romboides, trapecio medio, …

Las articulaciones que tienen los músculos con mayores niveles de fuerza y funcionalidad, disminuyen el riesgo de lesiones debidas a un desequilibrio muscular, mejoran el rango articular y reducen el desgaste articular.